Farouche trae un rodaje de cine en vivo y en directo

El director del Circo Farouche, Jeff Odet, entrega en esta entrevista su visión de 18½, una obra que sale de los cuadernos en los que él mismo echa a andar su imaginación y su ingenio artístico. También explica cuál es su relación con el cine de Federico Fellini, el cineasta que es homenajeado en este montaje que será un reto para el espectador: ver malabaristas al borde de la muerte sin la posibilidad de que alguien diga: ¡corten!

El público colombiano conoce a Farouche por Blast, obra que se presentó en el país, ¿cuál es la diferencia entre éste espectáculo y 18½?

Es muy simple, Blast es un concierto de circo. Somos artistas y productores, escribimos toda la obra, la música, la escenografía, no hay muchas compañías de circo que trabajen así. Construimos, escribimos y ensayamos Blast como un concierto de circo. Las imágenes que se van encarnando son como de sorpresa, la música poco a poco te ayuda a viajar a donde quieres ir, mas no donde quieren los músicos. Es una obra que da al espectador la posibilidad de pensar por sí mismo. 18½ es un película de circo, la obra es un rodaje de cine en vivo y en directo. Escribimos el escenario, el lugar donde se ubica la cámara. Es un espectáculo que cambiará todos los días, el 11 de mayo, en la primera función, es el primer día de rodaje. Algunas escenas se harán dos veces porque a veces tienes que filmar dos veces una misma escena. Esto es un paradigma que usó Fellini en muchas de sus películas posteriores a la ‘La Dolce Vita’. En Fellini ves la cámara, lo ves todo, porque así te ubica en el lugar en que él está para ver la escena y para que entiendas cómo está hecho todo. No es un making of, no tiene nada que ver, es como si asistieras a un rodaje. El público se va a sentir muy involucrado en 18½.

¿Qué más hay de Fellini en 18½?

Es un homenaje a Fellini. Él, después de la ‘La Dolce Vita’, empezó un tratamiento con un psicólogo muy importante en el que podía expresar todas sus neurosis. Hizo películas maravillosas, pero la única por la que recibió un Óscar se llama 8½ que cuenta la historia de un director que en medio de la falta de inspiración encuentra como solución montar un circo para describir el caos en el que está. A veces sueña cosas sin relación, eso es 18½, en vivo van a pasar cosas que estamos esperando pero no se sabe si se van a vivir. El nombre también es porque somos 18½ en el escenario, hay un pequeño hombre que vale por medio, pero el medio es más importante que el 18, es la relación de poderes que existe en el cine de Bergman.

¿Qué fue lo más difícil a la hora de pasar del lenguaje del cine al del circo?

No hubo ningún problema. El cine y el circo tienen una complicidad como la del jazz y los gángsters. En Europa somos muy cómplices con el cine, yo vengo del cine. A principios de siglo las primeras salas de cine fueron los circos de madera, los grandes autores del cine han usado el circo como tema natural.

¿Háblenos un poco del espíritu de Farouche?

En el circo el espectador está esperando tal dramaturgia, tal estiramiento, tal gracia, tal riesgo, tal vida y muerte en un solo momento, el ahora, el cual deben vivir los artistas y músicos en directo y eso es el Circo Farouche. Si un artista de circo falla, muere. Si un músico se equivoca, rompe toda la magia. Tenemos sinceridad con el público.

En la obra habrá artistas colombianos, ¿qué le llamó la atención de estos cirqueros?

Hace mucho tiempo propuse trabajar con artistas colombianos, tienen mucho talento, culturalmente nos entendemos muy bien, somos como primos. Invité a muchos artistas a Francia, algunos se quedaron con nosotros. Tienen la capacidad de integrarse a un colectivo de artistas en el que no existen las fronteras ni las culturas ni las nacionalidades. Formamos un solo pueblo en el que el circo hace el oficio de patria. Nuestra vida está ahí: arriesgamos la vida todos los días.

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