ENTREVISTA JOSÉ ALEJANDRO ROCA

Roca
Pianista

¿En qué consiste su profesión?

Mi formación es de conservatorio, como pianista clásico. Es la base que tenemos todos: el repertorio de solista, de cámara. A mí la vida, por una cuestión de gusto y por una cuestión de amistad con personas, me fue llevando a trabajar con cantantes de ópera desde hace mucho tiempo, y me fui especializando en ese repertorio, que tiene unos campos de estudio muy específicos: los idiomas, el repertorio en sí mismo y conocer las distintas voces y sus tonalidades. Esto me ha llevado posteriormente a hacer también dirección de orquesta, que es el paso natural. El pianista repetidor tiene muchas veces las mismas funciones tanto en ballet como en ópera: reemplazar a la orquesta en el periodo de ensayo, antes de que se llegue a los ensayos finales con orquesta en la última etapa de la producción. Primero, por un motivo de practicidad, de poder hacer el ensayo con un mejor ritmo y, por supuesto, por un tema de costos, porque no se puede pretender ensayar con una orquesta sinfónica en un periodo prolongado de tiempo.

¿Qué características tiene el pianista repetidor?

Debe tener un perfil muy específico. El pianista de ballet debe tener un margen grande para la improvisación: acompaña los ejercicios que pone el coreógrafo más allá de la coreografía misma, y debe tener poder tocar diferentes ritmos, propios de diferentes tipos de baile, en métricas, y en la medida en que el coreógrafo las necesite en la clase. En el ballet es muy importante esa flexibilidad: te piden determinados ritmos, vals, cosas específicas para poder calentar, hacer clase, o para desarrollar un ejercicio técnico. Si bien hay bases, métodos y modelos, los ejercicios se desarrollan sobre el momento y sobre la interpretación. Cuando están coreografiando una obra determinada, el pianista toca durante un periodo muy largo de ensayos toda la reducción de la orquesta al piano. Se trata, como su nombre lo dice, de repetir, y de repetir, y de repetir a necesidad de los bailarines. Es un trabajo extenuante en términos de horas, además de que es muy insistente. Los bailarines tienen una disciplina férrea, mucho más que los músicos. Ensayan durante muchísimas horas, y con muchísima repetición. Se trata de gente físicamente muy preparada.

El pianista tiene que tener una especial sensibilidad, primero hacia el repertorio, pero también hacia el movimiento en sí mismo. Por ejemplo, cuando trabajamos con ópera o con cantante, nosotros tenemos una sensibilidad hacia las necesidades de respiración. En ballet, el pianista  debe ser sensible hacia el movimiento y lo que puede querer expresar, y poderlo facilitar por medio de la música. Es una simbiosis muy bonita. Es un trabajo que no se ve, porque no es una persona que salga al escenario en el momento final. Es una labor tal vez subvalorado. Muchas veces, cuando ya está la obra rodando, el pianista toma alguna responsabilidad en la tras escena: a veces jefe de escenario, maestro de luces, porque conoce muy bien la obra y conoce muy bien la partitura. No necesariamente, pero a veces nos toca hacer algunos trabajos no musicales. Pero sí es una persona que participa prioritariamente en los procesos de ensayos, que en ópera pueden ser de varias semanas, y en ballet pueden ser de varios meses.

¿Por qué cambia tanto tener un pianista repetidor?

Hay muchas razones. Lo primero es por un tema de practicidad: el poder contar con un elemento vivo en el escenario. Es muy diferente a una grabación, un CD o con cualquier otra cosa. En una clase de ballet, si al profesor se le ocurre hacer unos ejercicios sobre un ritmo específico, de aquí a que vaya a su reproductor de música, se puede perder tiempo y agilidad de la clase; mientras que, con un elemento vivo que responda y conozca los patrones rítmicos de baile, el tempo de los distintos momentos específicos de la obra, va a hacer mucho más ágil el proceso de ensayos. Por otro lado está el elemento artístico: siempre va a ser diferente interactuar con una persona que está allí, que puede reaccionar sensiblemente a lo que está pasando, lo cual no lo puede hacer una máquina. El pianista de ballet, como el de ópera, no está sólo tocando: está viendo lo que pasa, está sintiendo el ritmo, el tempo de los bailarines, está sintiendo las complejidades, y está reaccionando artísticamente ante eso. Además, como se basa tantísimo en la repetición, no es posible tener a un grupo de músicos sólo ensayando, porque la prioridad no va a ser esa: la prioridad es la perfección técnica del cuerpo de baile.

¿Cómo es el contexto en Colombia para un pianista repetidor?

El contexto va de la mano con el desarrollo de las pocas compañías de ballet estables que hay, porque también hay compañías o grupos que no mantienen una estabilidad de todo el año en ensayos, sino que se reúnen por proyectos. En el campo específico del ballet, el pianista repetidor sigue siendo bastante inexplorado, en parte por que no hay tantos sitios de desarrollo laboral, pero también porque hace falta gente que enseñe el oficio. En el campo de la ópera ha avanzado muchísimo en los últimos ocho, diez años, porque esta actividad se ha multiplicado en Bogotá y en el país, y la necesidad se ha puesto de manifiesto. El problema básico se encuentra en los conservatorios y en las universidades, cuando no se enseñan, o se muestran las posibilidades laborales que puede tener un pianista, los campos de acción artísticos.

En Cali, en Incolballet, venían muchos pianistas cubanos, porque Cuba tiene tradición muy fuerte de ballet –el ballet de allá es muy importante y técnicamente muy bien tratado–, y segundo tiene una tradición muy importante de escuela de piano: se tiene esa combinación. Siempre ha faltado alguien que abra un poco el camino, quien genere un poco de escuela y un método de enseñanza; pero, sobretodo, quien le muestre a los jóvenes estudiantes de piano, recién graduados, que es un oficio, una especialidad, que hay un campo específico por abordar. No es sólo tocar el piano –lo mismo con la ópera–: hay una cantidad de conocimiento y de experiencia que hay que tener antes de lanzarse a esa carrera profesional a alto nivel. Y eso es lo que siento que todavía hace falta en el campo de la danza.