ENTREVISTA A YANETH RIASCOS

Riascos Góngora
Licenciada y especialista en Desarrollo Humano

Yaneth Riascos Góngora es licenciada y especialista en Desarrollo Humano, cantaora e investigadora de la cultura del Pacífico, con estudios de danza folclórica. Ha sido profesora de expresión corporal, actriz, cantante y bailarina. Es jurado, miembro del comité conceptual y del equipo organizador del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.

Entrevista y edición: Roberto Hinestrosa Mejía y Juan Sebastián Gómez

¿Cómo llega usted al Festival y cómo ha sido su paso por él?

Llegué al Festival desde sus inicios, invitada como parte de la colonia guapireña para acompañar y apoyar a los participantes que estaban en la ciudad vinculándose al Festival. En el octavo Festival hice parte del jurado calificador. En 2011 se decide hacer eliminatorias zonales en las subregiones del Pacífico, de las cuales también soy jurado. Últimamente he estado vinculada como coordinadora de los jurados y como asesora en varios aspectos del Festival.

¿Cómo entra la danza en el Petronio Álvarez?

El Pacífico es música y danza: la danza es algo espontáneo en el Pacífico. Poco a poco la danza se ha ido vinculando al Festival. Luego se vincula el Instituto Popular de Cultura con un espectáculo de currulao de más de 200 bailarines. De todas maneras, el Festival es música como primera medida. Poco a poco se han integrado otros elementos de la cultura del Pacífico Colombiano. Nosotros somos música y ritmo, tanto corporal como instrumental. Tú ves en el Petronio a la gente bailando todos los ritmos espontáneamente.

¿Cuáles son las formas particulares de vivir la música y la danza de los cuerpos del Pacífico?

La música y la danza van ligadas entre sí, pero también con la religiosidad, porque la mayoría de las danzas tiene un origen religioso. Tú vas a un bunde, a un arrullo, y la mayoría gira alrededor de una virgen. En Guapi, por ejemplo, en vísperas de la Virgen de la Concepción, se hacen unas balsadas, se adornan las balsas con luces, –antes se hacía con velas–, y dentro de ellas va la virgen que se va arrullando por todo el río con música y danza, y la gente baila en torno a ella. En giras que tuvimos en festivales en Europa, mucha gente decía que nuestros bailes eran las danzas de las olas, porque es el vaivén del mar, así se mueven las faldas y los pañuelos, así como el río Guapi, ese ritmo, esa lentitud, así son nuestros cantos y nuestras danzas. La misma naturaleza y el entorno de nosotros permiten todas esas características de la música y danza que son supremamente ancestrales, que van de generación en generación. Por ejemplo, en las novenas de diciembre, todos los niños íbamos bailando al son de esos tambores.

Cuando tú ves una palmera que se mece con el viento, así mismo es la mujer del Pacifico, que al caminar se mece con el arrullo de las palmeras, el río y las olas. La espontaneidad, la danza, nace con el ser humano, pero los del Pacífico sentimos, somos más espontáneos, no necesitamos que nos enseñen: es ver y sentirlo. Si uno escucha una marimba, uno va sintiendo esas notas que entran por las venas, es uno llegando a un éxtasis, como cuando se está en un arrullo o una chirimía, como en el Festival de San Pacho. Son cosas que los niños van viendo y van sintiendo, la música y el ritmo los llaman, en el alma y en el cuerpo.

¿Por qué esta edición está dedicada a la oralidad?, ¿cómo se entrelaza la oralidad y la voz con el movimiento de los cuerpos?

La forma de transmitir es oralmente, por eso en nuestros pueblos no está la cultura de escribir. De ahí que cualquiera se pueda robar la historia y transformarla. Los cuentos para nosotros son impresionantes, nos hacían dormir con cuentos de cuna. Si nosotros estamos bravos con un político se cantan coplas para expresarnos. Nuestra cultura no es de escribir. Es ahora que se está recopilando esa información, porque igual se va perdiendo la oralidad de generación en generación, pero la base es seguir haciendo la oralidad.

Yo he sido profesora de expresión corporal. El cuerpo no miente, y nosotros en el Pacífico hacemos mucho gesto: movemos el hombro, no basta solamente con decir la palabra, el gesto es lo que más influye. Dentro de la oralidad tenemos en cuenta la forma de hablar, cada subregión del Pacífico tiene su forma de hablar, con un sonsonete, con una cadencia al hablar. La gente dice que nosotros hablamos duro. Si la vecina estaba en la otra orilla, y no había teléfono, había que gritar de un lado a otro. En el Petronio, cuando empezaba la música todo el mundo se paraba y sacaba su pañuelo, es que el cuerpo les pide moverse. Además, en nuestro diario vivir no hay carros, entonces tu caminas, tu sientes, tu vas, y eso también influye mucho el movimiento de uno. Llegas a la ciudad y tu cuerpo se encoge, debes tener la cartera pegada al lado. Nuestras formas de hablar en la ciudad cambian, entonces uno trata de que la ciudad lo absorba porque uno tiene que cambiar el hablado.

¿Cómo ha contribuido el Festival la difusión y reivindicación de la tradición del Pacífico?

El principal objetivo del Festival es reivindicar las tradiciones del pacífico en Latinoamérica, para salvaguardar las prácticas culturales. Hemos tratado de conservar la tradición y, sin embargo, en el Festival está la categoría libre que recibe nuevas propuestas con la esencia de la música del Pacífico colombiano. El Festival es un puente que sirve para hermanar a todos los pueblos del Pacífico. Cuando hacemos lo zonales, hay gente que se desplaza por varias horas en lancha, luego en barco hasta Buenaventura, luego hasta el festival en Cali. Lo hacen por amor a su cultura, por querer conservar esa tradición. Es permitir que la gente pueda mostrar esa cultura, porque la cultura del Pacífico estaba muy abandonada: el Festival ha resignificado nuestra cultura.

El Festival también tiene como objetivo promocionar las agrupaciones, que haya una memoria viva frente a nuestra cultura: hace mucho énfasis en el saber ancestral. Observamos que mucho joven se está desplazando a las grandes ciudades, por eso el Festival está haciendo el “Petronito” en Cali, en algunas comunas, con niños y jóvenes, para que se les fortalezca en esa cultura musical. En el Pacífico esto ha tenido mucha acogida y en los pueblos se están haciendo semilleros para que la música perdure. Vienen niños de otras regiones del pacífico, ese es un producto del Festival, el de motivar al pueblo a generar esos semilleros de música. Vemos unas propuestas de jóvenes que tienen influencia urbana e influencia de sus raíces, y siempre existe el respeto hacia la tradición.

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