¿Cómo elevar el rol de nuestros bailarines frente a la sociedad?

Entrevista a Neva Ann kenny por Roberto Hinestrosa Mejía.

Neva Ann Kenny, estadounidense enamorada de Colombia, tiene más de 25 años de experiencia como bailarina especializada en danza moderna, contemporánea y ballet clásico. Con más de 20 años ejercicio docente, dirige actualmente la Carrera de Artes Escénicas de la Universidad Javeriana. Neva nos comparte su visión sobre la profesionalización de la danza en Colombia. 

En el mundo, ¿cómo funciona la profesión de la danza? ¿Cómo se forma un bailarín y qué opciones de vida tiene?

En Europa la profesionalización de la danza existe hace muchos años. La forma en que se ve la cultura tiene el mismo peso que cualquier otro tipo de profesionalización, como ser abogado, ingeniero o médico. En América Latina no se ha posicionado dentro de la sociedad con el mismo nivel de importancia. En Francia, por ejemplo, se han tomado el tiempo de entender qué lugar tiene el arte en la transformación de los niños, desde el colegio. Eso significa que hay horas suficientes en la semana para que el niño se dedique a formar el cuerpo, para poder luego aspirar a ser profesional en danza. Y luego hay varias vías posibles, como entrar directamente a una compañía de danza, o el conservatorio. También están las universidades, donde están las personas que piensan la danza desde otro lugar, como la historia, la antropología y la filosofía.

¿Nos podrías dar un pequeño panorama de los oficios del mundo de la danza?

El rango es bastante grande. Por ejemplo, fotografiar la danza tiene todo un estudio y un entendimiento del cuerpo distinto a fotografiar la naturaleza. Hay luminotécnicos especiales para la danza. Producción, vestuario, escenografía. Escribir, ser crítico de danza. La composición, la coreografía. Y claro, la interpretación. La pedagogía es otra rama. En muchos casos, en la medida en que los bailarines se desarrollan, hay muchos que se van dando cuenta de otros talentos que pueden tener. La vida de un bailarín de compañía es corta, en general. Así que hay un desarrollo en otros aspectos. Los directores de compañías están pendientes de desarrollar esos talentos. En ciertos países esos son procesos que tienen muchos años. Y esas son preguntas que nos deberíamos estar planteando nosotros desde nuestro contexto.

¿Y cómo es ese contexto?

Es algo que ha cambiado mucho, pero en Colombia la idea del rol del artista en la misma sociedad −y en especial en el caso de la danza − es un poco como la última rueda del coche. Bueno, ha habido un desarrollo importante de la música, que tiene un peso dentro de la sociedad. Si un niño llega a la casa y le dice a los padres que quiere estudiar música clásica, el rechazo no es tan grande como cuando dice que quiere ser actor o ser bailarín. Tiene que ver que el país no se ha preocupado en generar un espacio con un rigor importante en la formación en danza.

¿Por qué crees que se ha generado esa estigmatización, ese rechazo?

Es interesante porque Colombia es un país que baila. No hay manera de negarlo. Es una parte importante de la cultura. Y yo creo que se ve más como entretenimiento, como algo que genera placer, pero no como algo a lo que uno pudiera aspirar a dedicarse una vida entera. Aunque hay muchísimas personas que lo han hecho, pero que han tenido que nadar contra la corriente. También creo que hay una cosa de ritual, porque yo lo veo en las danzas ancestrales de este país, y eso a veces se segrega. De repente no hemos podido nombrar y celebrar lo importante de lo ritual en nuestra sociedad.

¿Me podrías contar de tu experiencia como docente?

Yo enseño en la Universidad Javeriana, como directora de la Carrera de Artes Escénicas. Al recibir un estudiante, la primera gran pregunta que nos hacemos es sobre la persona: cuál es el contexto de esa persona, qué experiencia trae. Formamos artistas escénicos, pero en el fondo lo que buscamos es una transformación social. Personas que se cuestionen para qué el arte. Nosotros escuchamos y respetamos lo que significa la individualidad dentro de lo colectivo, y formamos bailarines integrales. Yo he visto estudiantes desarrollándose en campos desde la dramaturgia, la coreografía, la iluminación, la ejecución, la interpretación, la escritura. Cuando tú le das a la persona el poder de decidir por sí misma, las posibilidades son ilimitadas. Y el propio estudiante ingresa a aportarle a los otros desde su experiencia. ¡Es divino!

¿Cómo ves el panorama a futuro?

Se ha hecho mucho, de verdad, me quito el sombrero. Pero hay un gran hueco que hay que atender en los jóvenes. Por ejemplo, el trabajo que hizo Gloria Castro con Incolballet. Este tipo de proyectos debemos estudiarlos y convertirlos en un modelo. Los chicos que egresaron de Incolballet están bailando en el mundo entero. Deberíamos preocuparnos por trazar y documentar todo lo que esas personas están y seguirán haciendo y vincularlos con todo lo que está pasando en Colombia. Tenemos que preocuparnos por la educación de los jóvenes, generar escuelas desde los ocho años, que cuando las personas salen pueden enfocarse en distintas líneas de la danza, y que cuando salgan tengan trabajo, o que ellos creen esos trabajos.