“El teatro es el mundo de la palabra, y la ópera el de la música”: Liliana Duque, escenógrafa en Madama Butterfly

Liliana Duque es la encargada del diseño de escenografía de Madama Butterfly, quien en entrevista para el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo habla de su preparación profesional, su llegada al mundo de la ópera y el trabajo que ha desarrollado en este espectáculo que se presenta en tres funciones: 13, 15 y 17 de marzo. El director de escena, Alejandro Chacón, también participó en esta conversación.

¿Podrías contarnos un poco sobre tu trayectoria?

Liliana Duque: Mi nombre es Liliana Duque Piñeiro, soy escenógrafa y escultora. Comencé con escultura y por esos azares de la vida entré a trabajar con la ópera, como asistente del asistente del asistente, en 1996. Era estudiante todavía, y mi profesor en ese momento era el jefe de producción. Entré a asistir y a hacer utilería, y después me fui a estudiar escultura, pero me enamoré más del lado de producción del teatro. Terminé mi máster en escultura, y seguí con un máster en diseño de escenografía. Alejandro [Chacón] y Adán [Martínez] fueron grandes profesores, porque en ese momento mi formación seguía siendo de escultura.

Una gran diferencia es el trabajo como equipo. En la escultura, se trata de lo que uno quiere decir como escultor, mientras que en la ópera y en el teatro hay una voz común de lo que el director quiere, y se trata de poder dialogar y de poder construir para formar algo. Realmente los primeros pinos fueron con Alejandro y Adán.

¿Qué te enamoró de la ópera?

L.D.: La colaboración y la escala. Yo comencé en la arquitectura y me pasé a artes y escenografía; la ópera es una perfecta combinación de estos mundos, con el drama encima. Eso fue lo que me enamoró

Alejandro Chacón: … y la ópera tiene una escala que en el teatro no se ve. La escenografía es gigantesca, el escenario es enorme…

L.D.: ... y también está la parte de abstracción. En la ópera puedes hacer una metáfora, y la música ocupa y crea el espacio de una manera diferente. A mí también me encanta al teatro, pero me gusta sobre todo poder pasar de una cosa a otra. No me gusta decir “yo trabajo solo en esto, o solo en otro”, sino que uno se cambia el atuendo y pasa de un mundo a otro. El teatro es el mundo de la palabra; y la ópera, el de la música.

¿Cómo es la atmósfera y la estética de Madama Butterfly?

L.D.: Esta es la tercera puesta en escena de esta producción. Ha evolucionado desde cuando se diseñó. El concepto básico sigue, es realmente una abstracción de la estética japonesa, y juega un poco con paneles para crear una arquitectura a través del movimiento. Es una cosa que el mismo libreto lo dice, cómo se construyen las casas en Japón. Antes era una producción más pequeña porque estaba pensada para un teatro más pequeño, el Teatro Cafam. 

A.C.: Y luego hicimos una segunda producción en Teatro Jorge Eliécer Gaitán, donde el escenario es enorme, y entonces nos sobraba espacio. Ahora, en el Teatro Mayor estamos en el punto justo, y además hemos madurado mucho. Creo que nos quedó más limpio todo, estéticamente. Está mejor realizado: nuestros artesanos están adquiriendo cada vez más experiencia, y pintan mejor, construyen mejor, son más delicados.

Hay que pensar también que hoy día trabajamos para el video. Hay que pensar que al teatro vienen cuatro mil personas, pero luego lo transmiten por Teatro Digital o por Canal Capital, y lo ven millones de personas, además de que queda para toda la vida. El High Definition es una maldad, porque se ven los cables, se ven los clavitos, se ve todo. Tienes que trabajar como para cine. El maquillaje es distinto, todo cambia. Eso también le cambia al público del teatro, pues no van a ver el maquillaje tan marcado como se hacía antes, pero es la única forma. Los camarógrafos son unos malditos a los que les encanta hacer close ups. Yo siempre les pido que no hagan close ups porque los cantantes pierden el glamour ante ese tipo de cámaras, abren mucho la boca, a veces escupen… Así que hay que tener un plano un poco más abierto. Además, si hacen planos muy cerrados se pierde el ambiente, y a veces no se sabe quién va a cantar de todos ellos. Por eso hay que usar la cámara del plano general.

L.D.: Además porque parte de la historia no es solamente lo que está cantado, sino es la coreografía que se ha creado. Por ejemplo, si quieres expresar soledad, no basta con enfocar la cara del personaje: es también la soledad de un personaje en un espacio inmenso. Y el color, las luces, todo.

¿Cómo se construye la escenografía de esta obra?

A.C.: De la escenografía rescatamos las plataformas de las veces anteriores, sólo tuvimos que hacer la estructura base. Los trajes los tenemos de las ocasiones anteriores; y arreglar un traje para un cantante es un problema, pero no es un problema tan grande, en particular en Madama Butterfly donde los trajes son kimonos sueltos, es más sencillo. Con trajes de otra época es más complicado. Pero adaptar la escenografía e un teatro a otro sí es un problema.

Por ejemplo, terminadas las funciones en el Teatro Mayor, metemos la escenografía en un container y las enviamos para Costa Rica, porque nos vamos a presentar en el Teatro Melico Salazar que es un teatro muy diferente a este. La boca es casi del mismo tamaño, pero el escenario es mucho menos profundo, así que con seguridad nos va a tocar adaptar algunas cosas.

L.D.: Afortunadamente la forma en la que se construyó esta escenografía es modular. Si se necesita más pequeño, se puede cortar con facilidad.

¿Cómo definen la ópera?

A.C.: La ópera es una pasión. Si tú no eres apasionado, mejor no te dediques a esto. La ópera es como un virus incurable que se contagia la primera vez que la ves, y te queda ya de por vida, y no quieres dejar de verla nunca. Yo por eso digo siempre que la gente que dice que no le gusta la ópera, es porque no la vio. Es más, no basta con verla por video, hay que verla en vivo en el teatro. Uno escucha a esos cantantes sin micrófono, esa música le llega a uno al alma, como no te llega de ninguna otra forma. La gente que dice que ve las producciones del Met [Ópera Metropolitana de Nueva York]... la amplificación del sonido no es la misma. El video es a la ópera lo que el sexo virtual es al sexo: sí, uno se emociona y todo, pero no es lo mismo. La ópera te produce cosas que solamente se producen a ese nivel. Te hace reír, te hace llorar.

L.D.: Por ejemplo, con Butterfly lloras todas las veces, así sepas lo que va a pasar. Yo le preguntaba a Hillary Griffith, la directora musical de cuando lo hicimos la primera vez, ¿por qué siempre me hace llorar, así yo sepa lo que va a pasar? Y ella me respondía que está escrito en la música, está escrito para que las notas te produzcan esa emoción.

A.C.: En Werther, que es la otra obra que estamos haciendo, la hermana de Charlotte le dice: “¿Qué te pasa, por qué lloras?”, y ella le responde “Déjame correr las lágrimas, porque las lágrimas que no salen van para el corazón, y el corazón es muy frágil y se puede romper.”

¿Hay algo de catarsis entonces…?

A.C.: Sí, puede ser. En la ópera pasa algo que no pasa en ningún otro lado. Tal vez en el cine, en algunas películas de antes, en ese cine romántico que está hecho para llorar. Era la época donde se hacía el cine y la ópera para llorar. También hay comedias, muchas y muy divertidas, como El barbero de Sevilla, que es para matarse de risa. La ópera provoca algo en el público, que es muy raro que te pase en el cine. Además, con la orquesta y con estas voces maravillosas, te produce unas sensaciones que no encuentras en ningún otro lado. La voz humana es el mejor instrumento que se han inventado.

¿Por qué no nos podemos perder Madama Butterfly?

A.C.: Primero que nada, no vivimos en nueva York, donde hay seis funciones por semana durante cuatro meses. Aquí [en el Teatro Mayor] hay tres funciones, dos veces al año, y no más, y si te perdiste eso te va a tocar viajar si quieres ver ópera. y eso vale para Butterfly, y para todas las óperas. Bogotá es una ciudad de nueve millones de habitantes y solamente unos cuatro mil privilegiados podrán ver esta ópera, así que como porcentaje de población es muy bajo. Entonces los cuatro mil privilegiados que pueden ver la ópera, por favor no se lo pierdan. Es un crimen de lesa humanidad perdérsela.

Y segundo, porque es una maravilla. Van a llorar, van a disfrutar, lo van a recordar de por vida. El que nunca ha visto ópera, va a quedar enamorado y va a volver siempre. Y para el que ya la vio, va a ser una excelente versión comparada a las que ya conoce.

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