La danza de la irreverencia

El 4 y 5 de noviembre se presenta en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo la compañía japonesa Sankai Juku, uno de los máximos exponentes de la danza butoh.

‘Kinjiki’ o, en español, ‘Colores prohibidos’. Así se llamaba la primera obra de danza butoh, que fue presentada en un auditorio de Tokyo en 1959. La obra causó controversia: dirigida por dos bailarines de la época, Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno, la obra estaba basada en un libro homónimo de Yukio Mishima y se desarrollaba casi toda en la oscuridad, con los intérpretes con un maquillaje corporal blanco: causaron tanta controversia que poco después renunciaron a la Asociación de Danza de Japón, que criticó su obra por disruptiva.

Sin embargo, era precisamente esa sensación de disrupción e incomodidad lo que Hijikata y Ohno querían causar: su obra, fuertemente permeada por las vanguardias de la posguerra, era también un manifiesto y la creación de un estilo. Según explica la crítica de danza Vicki Sanders, para ellos las danzas tradicionales de japón se estaban occidentalizando y este nuevo estilo pretendía crear nuevas estéticas a partir de la simplicidad y tocar temas que entonces eran considerados tabúes, como la homosexualidad y la muerte. En palabras de Hijikata, se trataba de “regresar al cuerpo físico”.

“Todos llevamos la oscuridad en alguna parte, la oscuridad existe porque hay luz y el butoh existe para representar esa idea".

En sus inicios, la danza butoh se llamó Ankoku Buyou. Ankoku, en japonés, es el término para la oscuridad: “Todos llevamos la oscuridad en alguna parte, la oscuridad existe porque hay luz y el butoh existe para representar esa idea”, dice Yukio Mikami, director japonés de teatro en el documental ‘Dark Ballet’, una historia sobre la danza butoh. Con el tiempo, se cambió el término buyou, el término japonés para la danza clásica, por butoh, un término en desuso más relacionado con las danzas populares: todo para buscar desmarcarse del universo hegemónico de la danza japonesa. 

Fue en ese contexto que nació Sankai Juku. Su fundador, el bailarín y coreógrafo AmagatsuUshio, participó en colectivos de butoh y en 1975 fundó su propia compañía. Desde entonces ha creado más de 20 obras, pero su gran contribución fue haber logrado que este estilo de danza comenzara a ser reconocido más allá de las fronteras de Japón. La compañía, que ha viajado por más de 40 países y 700 ciudades en los últimos 47 años, recién presentó en el Festival Cervantino, de Guanajuato, en México, su obra ‘‘KŌSA – Entre dos espejos’, y ahora continúa su gira en Colombia, con dos presentaciones el 4 y 5 de noviembre en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.

“Durante la pandemia actual, sentí necesario tener una intensión de repensar el mundo mirando al futuro y soportando la ansiedad alimentada por la incertidumbre: por esto creé ‘Kōsa – Entre dos espejos’. Escogí las secuencias y los intérpretes con el fuerte sentimiento de evocar lo que es esencial en mis trabajos de acuerdo con la fragilidad presente en nuestros días”, dice Ushio sobre su obra. “Al no usar escenografía, sino solo danza pura e impresiones visuales filosóficas, intenté hacer que todos entren a mi universo con tanta curiosidad y comunión como nosotros mismos teníamos cuando creamos esas imágenes y emociones”.

Las boletas para las presentaciones de Sankai Juku en Colombia están disponibles aquí.

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