Leopoldo Mozart y su hijo

¿El mundo habría conocido la grandeza de Mozart si su padre Leopoldo no hubiera explotado el enorme talento del prodigioso Wolfgang Amadeus? Es una cuestión que resulta de conocer la historia de la familia del genio musical, y de la agitada vida que tuvo por ser un maestro en este arte desde infante.

Leopoldo Mozart era un músico experimentado, pudo reconocer de inmediato el potencial de su hijo y dedicó su vida entera al desarrollo de su talento. 

Ambos vivieron muchos altibajos. Sus ajetreados viajes a las diferentes cortes de la nobleza no eran fáciles. Pero Wolfgang amaba los aplausos y la fama, su carácter caprichoso y su arrogancia frente a otros músicos no tan extraordinarios le definieron ya en su infancia. Leopold Mozart reconoció estos defectos con preocupación y como fiel y cumplidor trabajador de la corte no pudo identificarse completamente con las formas de comportamiento y los pensamientos de su hijo Wolfgang Amadeus Mozart, un genio de la música.

Pero a pesar de eso, los dos permanecieron toda la vida en contacto por carta, y Wolfgang le escribió una vez a su padre: "ellos piensan que como soy pequeño y joven no hay nada valioso en mí, pero lo van a comprobar muy pronto".

En el concierto No.4 del Festival Bogotá es Mozart se puede ver algo de la relación de Mozart con su padre.

Las sonatas en este programa son importantes representantes de aspectos clave tanto en el curso de la obra de Mozart, como en el de su biografía personal y en el de la música, en el camino que va desde la dilución del barroco hasta la conformación del clasicismo. Pues resulta que siendo todavía un niño prodigio de la composición y la presentación musical, Mozart viajó a lugares lejanos de su natal Salzburgo por períodos largos, donde hizo gala de sus dotes. Esos recorridos comprometieron a toda la familia, en la que el guía era Leopold, Anna Maria quien lo asistía y Nannerl, la hermana mayor, como ejecutante de calidad. De este tiempo datan las primeras dieciséis sonatas para violín y piano de Mozart compuestas durante los viajes. Algunas con el propósito de exhibir las dotes de un muchachito que terminó su sonata número dieciséis cuando recién había cumplido sus 10 años.

Se evidencia entonces que estas obras deben ubicarse en el período más joven de Mozart, en el que debía seguir más de cerca las sugerencias de su padre. Además, no puede dejar de considerarse que el momento musical en Europa correspondía a una inestabilidad en la que los propios herederos de Bach, sus hijos Carl Philipp Emanuel en Hamburgo y Johann Christian en Londres, se esforzaban por ser reconocidos por sus propios méritos y no porque continuaran haciendo la música de su célebre padre en una atmósfera de gusto musical cambiante e inquieta por encontrar novedad y un nuevo terreno firme. Hasta el propio Haydn, el más famoso de los compositores del Imperio Austro-Húngaro y el modelo en casi toda Europa, hacía ensayos que iban dando lentos frutos en medio de composiciones que todavía no atinaban a mostrar la certeza en el fraseo, la pulsión en el ritmo, la estabilidad en los tiempos, ni la fluidez en la melodía que él mismo conseguiría.

Los estilos musicales pasaban de la elegancia galante que tanto favorecía el gusto parisino a una sentimentalidad más germana que reflejaba en la música lo que proponían los escritores y pintores y que se representaba en los escenarios de las salas de teatro.

Mozart consiguió viajar sin su padre, aunque con la compañía vigilante de su madre, lejos de Salzburgo en 1778. Ahora contaba 22 años y el viaje los llevaría a Mannheim y París. Mozart fue feliz en medio de dificultades económicas y de aceptación de sus obras y su persona, de sus quebrantos de salud y de la dolorosa muerte de su madre en París. En este viaje escribió música que apuntaba a la realización de sus deseos y visiones personales, distintos de los de su padre. Allí y con estas sonatas, capaces de emular los gustos de Mannheim y de París, pero destinadas a servirle de introducción en los salones musicales de Viena, Mozart compuso las primeras obras que dan cimiento al estilo clásico que apuntan hacia el fin de la incertidumbre.

El balance entre el piano y el violín es impactante, el fraseo se vuelve diálogo entre personajes bien caracterizados, la forma estructural de las piezas es sólida y clara para el público y los ejecutantes. Las partituras se imprimen y venden en Viena cuando Mozart se establece allí en la primavera de 1781 y le valen de prueba de madurez musical. Ahora es un compositor en la capital del imperio y no un sirviente de la corte de Salzburgo que viaja como músico ambulante si su señor tiene a bien permitírselo.

Tomado del programa de mano por: Ricardo Rozental y de www.mozart.com

 

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