“Mi única forma de vivir es haciendo flamenco”: Eduardo Guerrero

Eduardo Guerrero asegura que no concibe su vida sin el flamenco. Este apasionado bailaor nacido en Cádiz, quien se inició a los seis años en el mundo de la danza, se presenta el viernes 10 y el sábado 11 de febrero, a las 8:00 p.m., en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo con 'Guerrero', su última creación, la cual retrata la relación del bailaor con las mujeres de su vida: madre, amantes, maestras, amigas y enemigas.

 

¿Cómo fueron sus inicios en el flamenco?

 

Yo tenía una escuela de baile bastante cerca de donde vivía mi abuela y al ser el menor de tres hermanos no me podía quedar solo. Entonces, después de que mi madre llevaba a mis hermanos mayores al fútbol, llevaba a mi prima a sus clases de baile y me dejaba afuera de las clases hasta que ella acabara. Yo era un niño de 6 años bastante revolucionado y travieso, entonces, un día, mi madre decidió dejarme entrar al salón donde estaban practicando danza para ver si me calmaba. Al entrar y ver danzar a la gente, comencé a bailar sin ninguna obligación, sin nada que me llevara a hacerlo, fue algo que me nació. Ahí, me di cuenta que allí era donde estaba feliz, donde me sentía realizado y desde que entré, a los 6 años, me di cuenta de que mi única forma de vivir es haciendo flamenco.

 

¿Cuándo hizo su primera presentación en público y qué sintió al enfrentarse a la audiencia?

 

Fue todo muy rápido. Es verdad que hay muy pocos chicos que se dediquen al flamenco, entonces a los 6 meses de entrar a la academia de baile ya me habían asignado una pareja y, además, nos habían inscrito a una competencia de baile. Este fue mi primer premio. Sentía que llevaba bailando toda la vida. La experiencia fue muy bonita, estar en el escenario y sentir que estás haciendo las cosas bien y que la gente te aplauda, además, que el trofeo te lo entreguen tus maestros y ver a tus padres tensionados. La verdad que fue una experiencia muy bonita ese concurso.

 

¿Cuál es la principal cualidad que debe tener un bailaor?

 

Debes ser muy constante porque es una carrera muy larga. A veces se piensa que se llega al éxito con visitar muchos teatros y ya, pero yo pienso que siempre hay que mirar para adelante, que nunca hay que mirar hacia atrás. Siempre hay que ir paso a paso y cuando te propongas una cosa tiene que ser más grande que lo anterior que has hecho. Además, tienes que tener mucha disciplina para llegar a lo más alto.

 

¿Quiénes fueron los maestros que marcaron su carrera artística?

 

Sin duda alguna mi primera maestra, mi maestra de la escuela en la que comencé a los 6 años y estuve hasta los 16: su nombre es Carmen Guerrero, es una maestra de Cádiz. Luego ingresé al Real Conservatorio de Danza de Cádiz y ahí estuve hasta los 21 años. De ahí me cogió Aida Gómez para su compañía, después pasé por las manos de Javier Latorre, después de él vinieron 10 años en la compañía de Eva Yerbabuena, a quien considero una de las bailaoras pilares del flamenco y de la cual aprendí mucho. También aprendí muchos de los conceptos de danza y espectáculo con la bailaora Rocío Molina. Creo que los maestros son los que nos dictan el camino. Yo los pondría a todos en una licuadora, la haría funcionar y de ahí saldría Eduardo Guerrero.

 

¿Qué características deben tener los buenos maestros para enseñar algo tan personal y tan propio como el baile flamenco?

 

El que es buen maestro nunca te dice lo que tienes que hacer o lo que no tienes que hacer. Pero sí te da las pautas para que tú sepas lo que debes y no debes hacer. Cuando eres buen alumno no hace falta que te dejen el libro escrito, te tienen que dar el problema y tú debes desarrollarlo. Si eres capaz de resolver ese problema puedes llegar a dónde quieras. Lo que no te pueden decir es exactamente qué tienes que hacer, cuántos pasos tienes que dar. Ellos simplemente te hacen la pregunta, una vez que te la hagan tú tienes que desarrollarla, ahí es que se descubre si un bailaor tiene talento. Claro, también es importante que sepan sacar lo mejor de ti.

 

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