La música israelí es la banda sonora de mi vida: Tali Rubinstein

Empezó a tocar la flauta dulce cuando apenas tenía cuatro años, como tantos chicos de su edad en Israel. Tali no solo siguió tocando sino que le dio un giro de jazz a este instrumento supuestamente infantil, menor, y consiguió encontrarle un lugar en la música que compone la banda sonora de su vida. Tali nos habla sobre Mémoire, un proyecto donde vuelve a sus raíces, el más íntimo que ha hecho hasta ahora.

Entrevista por Roberto Hinestrosa Mejía

¿Podría contarnos sobre sus primeras experiencias con la música?

Empecé a tocar la flauta dulce cuando tenía siete años. Esta es la edad en la que los niños empiezan a tocar música y generalmente lo hacen con la flauta dulce y en la mayoría de los casos dejan de tocar después de un año o dos: pasan a tocar un instrumento más “serio”, o simplemente dejan de tocar. Siento que tuve un clic inmediato con este instrumento, fue una cosa muy natural para mí desde un comienzo y me encantó no sólo el sonido sino también el desafío de tocarlo. Al comienzo era como un juego para mí.

Aprendí a leer partituras, a entrenar el oído y a poderlas tocar. Era un juego muy divertido para mí. Me tomó unos años para establecer una conexión muy seria, pero era algo muy orgánico de todas maneras. Mientras más maduraba yo, más maduraba la forma en la que podía expresarme a través de la flauta. Sigo encontrando y descubriendo más formas de hacerlo.

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¿Cuándo y por qué decidió que quería desarrollar una carrera musical?

No sé si haya un momento preciso, pero en la mayor parte de mi vida fue muy claro que soy una música de corazón, lo que significa que es algo que adoro y con lo que me siento muy conectada. Me tomó un tiempo admitir que esto es lo que más me gusta hacer. Siempre he tocado música y he sido muy apasionada al respecto, pero también fui una muy buena estudiante en el colegio y en algún punto quise estudiar matemáticas… Pero siempre sentí la música como una parte muy importante de mí, quizás la más importante.

Así estuviera estudiando otras cosas siempre estuve estudiando música como mi actividad principal. Un poco tarde, empezando mis veinte años, finalmente asumí que esto es lo que quería hacer y que debía dejar a un lado ciertas cosas que me distraían de la música y que esta era la actividad que más quería hacer y me dediqué a esto a tiempo completo y sin restricciones. Fue un paso que tuve que dar, porque algunas personas tienen miedo de seguir esta carrera. Fue algo que me confrontó conmigo misma.

Usted se mudó relativamente rápido de Israel a Estados Unidos ¿Cómo fue esa transición?

Empecé estudiando con Bracha Kol, quien fue mi primera maestra y me enseñó durante años y me permitió construir una relación con mi in instrumento, con mi música. Ella estuvo ahí siempre. Más adelante me mudé a Berklee, en Boston. Y aunque los temas eran bastante similares, fue muy importante pasar de una pequeña ciudad a la vastedad del mundo, lo cual era algo que buscaba desde siempre y una de las razones por las que quise mudarme: quería nadar en un estanque más grande y desafiarme a mí misma. Fue algo que me abrió los ojos. Por primera vez estuve rodeada de músicos asombrosos, porque muchos de los músicos que llegan a estudiar en Berklee son impresionantes, los mejores de su clase, siempre estás rodeado de un inmenso talento. Fue una experiencia genial. Siempre alrededor tuyo recibes una gran inspiración y te dan ganas de esforzarte para estar a su altura.

Lo mismo sucedió cuando me mudé a Nueva York, donde hay músicos de un nivel altísimo con aproximaciones muy distintas a la música. No te puedes aburrir en lugares como estos. Hay tantas cosas que explorar, gente por conocer y por mi lado, me siento muy cómoda en la incertidumbre. Prefiero eso mil veces a aburrirme.

A través de estas experiencias descubrí una conexión cada vez más fuerte con la música israelí. Hay una gran cantidad israelís que viven en Nueva York y que están muy conectados a la música con la crecí. Las canciones que estoy escribiendo actualmente reflejan este momento. El proyecto que voy a presentar en Bogotá está muy inspirado por la música con la crecí, está escrito en hebreo en su mayoría, muy conectado con la herencia que tuve al crecer. Eso es importante para mí porque estoy muy lejos de ese lugar, de diversas maneras, pero la música es lo que realmente permanece y hasta germina: mientras más tiempo paso acá, más crece mi amor por esta música.

¿Siente usted que necesitaba alejarse de Israel para tener una conexión más profunda con su cultura?

Creo que necesitaba la distancia para darme cuenta de lo única que es esa mezcla de músicas con la que crecí. Siempre la he amado, no es como si hubiera habido un momento donde no fuera el caso. Ha sido como la banda sonora de mi vida. Lo que pasó cuando me mudé es que descubrí hasta qué punto es distinta de otras músicas que ahora tengo a mi alrededor y por eso me hace falta. Esto hizo que me diera cuenta de cuánto la necesito. Mi experiencia en el extranjero me ha ayudado a darle forma a este amor.

También solía escribir música que era más por el estilo del jazz y me empezó a hacer falta la música que siento muy cercana a mi corazón, así que mis composiciones cambiaron mucho y tuvo como un regreso al lugar de donde provengo.

El proyecto que mencionaba es Mémoire, ¿cierto?

Así es.

Entiendo que lleva escribiendo varias de las piezas de este proyecto desde hace años y que no todas tenían la intención de ser publicadas. ¿Podría hablarme de este proyecto?

Aproximadamente la mitad de estas canciones las escribí en Israel. Siempre había tenido dos aproximaciones muy claras hacia la música: había unas canciones que escribía para mí misma y otras que escribía para proyectos de la universidad o para practicar. Y como intérprete hacía cosas distintas, tocaba jazz, música clásica y repertorio instrumental. Recientemente, cuando empecé a sentir esta necesidad de volver a la música que me gustaba, empecé a recorrer mis pasos nuevamente, a revisitar todo lo que había escrito y me acordé de estas canciones que tenían todo que ver con música israelí, en hebreo. De hecho, basé este proyecto en una canción que escribí hace varios años y que me dio una idea de cómo quería que sonara el álbum. Empecé a escribir más y más canciones para este proyecto. La inspiración inicial surgió de la mirada hacia atrás sobre mí misma, de intentar entender de dónde vengo, de volver a encontrar música muy privada y que había escrito para mí misma, no necesariamente pensada para ser interpretada, canciones que me definieron y que me conectaron con mis pensamientos y emociones más profundos. Ha sido una manera muy distinta de componer a lo que he estado acostumbrada.

¿Esta es la primera vez que va a tocar en Latinoamérica?

He estado antes en Chile y en Uruguay, hace unos años, con un músico y gran amigo llamado Benjamin Furman, compositor y pianista. Hicimos un dúo y también realicé una presentación con mi música original. Fue un proyecto diferente porque además trabajamos con varios músicos locales. Esta será la primera vez en la que viajo con mi banda a Latinoamérica, lo cual hace que sea una experiencia muy distinta. Llevamos un buen rato tocando juntos, inclusive grabamos juntos un álbum. Creo que será muy especial. ¡Todos son de Israel y todos viven en Brooklyn!

Usted ha colaborado con Casa Limón y con reconocidos artistas como Alejandro Sanz, Tomatito, Mariza y la banda de Paco de Lucía ¿Qué significan estas colaboraciones para usted?

He sido muy afortunada, conocí a Javier Limón en Berklee, quien fue mi profesor y me invitó a colaborar con él y a producir un álbum mío con una pianista que se llama Tal Even-Tzur, también de Israel. He trabajado en numerosos proyectos con Javier desde hace más de cinco años. Ha sido muy gratificante, retador e inspirador. Con Alejandro Sanz, por ejemplo, fui con un grupo de músicos de Berklee a tocar con él en los Grammys, fue una experiencia increíble y pude hacer los arreglos con otro estudiante. Son retos y más retos, uno tras otro. Siempre aprendo cada vez más y me voy confrontando con nuevas situaciones musicales. Toqué también con la banda de Paco de Lucía, ese tal vez ha sido el mayor reto que he tenido porque los músicos son increíbles. Mariza, Idan Raichel... son músicos de altísimo nivel con una personalidad genial y con mucho talento, son personas muy bonitas.

Estas experiencias me han dado una gran humildad y han sido inspiradoras, me han permitido conocer diversas formas de hacer música y desde distintas culturas. Esto alimenta mi música porque siempre estoy en búsqueda de nuevas inspiraciones para poder seguir mi camino. La música es sinergia, no sólo nace de la nada en mi cabeza, sino es algo que se cultiva a partir de lo que oigo y a partir de nuevos proyectos que conozco. Me encanta colaborar con estos músicos.

¿Qué la inspira?

Los pianos me inspiran. De manera muy técnica, cuando intento escribir una canción, me siento al frente de un piano e intento tocar algo, escuchar, tocar otra nota y sentir a qué me suena. El piano es una gran fuente de inspiración y es una muy buena herramienta. Crecí con un piano, con un Steinway en mi casa y me encantaba su sonido. Me siento muy conectada con el proceso del piano.

Me encanta escuchar música, me puedo enamorar de una canción y escucharla sin parar durante meses enteros, la analizo y la analizo intentando entender por qué me hace sentir de esa forma, si es la armonía, el ritmo, dónde tiene el peso, o si es una mezcla de todos esos elementos y de qué manera, o alguna sorpresa en su composición. Me siento muy intrigada por estos elementos que hacen que una canción sea muy buena.

Intento ser como una esponja, porque la inspiración es algo que ayuda mucho. Por ejemplo, si me siento agotada o exprimida, busco música que amo porque me pone de buen humor y me ayuda a crear.

También me ayuda el silencio, la quietud. Si estoy estancada, sobre todo con las letras de las canciones, procuro escucharme a mí misma y ponerme en una disposición muy silenciosa, sin ninguna interrupción, sin estrés ni presión profesional. Me gusta pensar que dejo todo de lado, como si no existiera el tiempo y todo me condujera a un momento en el que puedo escuchar mis pensamientos. Así que siempre intento encontrar este silencio en todo lo que hago.

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