Ludwig van Beethoven de principio a fin

La presentación de las sinfonías de Beethoven en el orden cronológico de su composición resulta ventajosa frente a otros criterios, puesto que elimina las justificaciones para combinar unas sinfonías con otras y deja al público en libertad de apreciar las disparidades, la variedad y los contrastes.

Son muchos los criterios de valoración de estas obras y además, han variado a lo largo de los años. Beethoven sentía gran afecto por su Octava y la consideraba la mejor de todas, pero ni el público, ni los estudiosos coinciden con el compositor. Otros han estimado que las sinfonías pares son de menor valor que la impares, así que un ciclo debería buscar, en cada concierto, un balance en el que una de las impares muy famosas vaya acompañada por una de las pares menos apreciadas, como Quinta y Segunda, Séptima y Cuarta o algo similar.

Independiente del criterio para armar un ciclo de sinfonías de Beethoven, los directores intentan compartir con el público las motivaciones estéticas en las que apoyan su personal gusto por la pareja escogida. Tales criterios han variado con las épocas, las escuelas con las que se identifican los directores y su aproximación personal a las obras. Todos estos criterios de selección pasan por alto las circunstancias personales de Beethoven que fueron decisivamente influyentes en su producción. De hecho, fueron mucho más evidentes en sus composiciones que en las de Mozart y Haydn, para mencionar al trío de quienes consolidaron los parámetros del estilo clásico.

El nuevo Mozart

Ludwig van Beethoven nació en Bonn en 1770. Desde muy joven demostró que tenía un talento especial para la música. Su padre pensó que podría llegar a ser un nuevo Mozart, es decir, un niño prodigio que viajara por muchos lugares de Europa tocando piano y dando conciertos para ganarse la vida y así sostener a su familia. Cuando murió la madre, Beethoven se encargó de sus dos hermanos menores mientras el padre cayó en desesperación.

Beethoven partió hacia Viena en 1792. Tomó algunas lecciones con Haydn, quien era uno de los músicos más importantes de la época. Pronto Beethoven comenzó a recibir invitaciones a las mansiones de los aristócratas para que tocara piano frente a los invitados importantes. Así consiguió alumnos y alumnas de piano, de algunas de ellas se enamoró, sin posibilidad de formalizar la relación porque las diferencias sociales y económicas entre las familias aristocráticas y el compositor lo impidieron. De estos conciertos resultó también un grupo de amigos perteneciente a la familia imperial que apoyaron económicamente a Beethoven. esto le ayudó a conservar su independencia para seguir trabajando sin tener un puesto fijo, aunque siempre tuvo dificultades de dinero.

Cuando Beethoven ya dominaba el estilo que más le gustaba al público de Viena, se dio cuenta de que podía componer de una manera más personal, y así lo hizo entre 1800 y 1810. En este tiempo la salud del compositor se deterioró y empezó a quedarse sordo. Eso lo aisló y le creó una fama de malgeniado y de modales bruscos. Tuvo que dejar de tocar en público para dedicarse totalmente a la composición; hasta ese momento había escrito unos diez cuartetos de cuerdas, nueve sinfonías, siete conciertos para orquesta, quince sonatas para piano y muchísimas canciones. Cuando ya estaba totalmente sordo siguió escribiendo música, especialmente sonatas para piano y cuartetos de cuerda. El compositor murió en Viena en 1827 a los 56 años de edad.

 

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