La importancia y positividad de la memoria a partir de ‘Mi niña, niña mía’ del Teatro Español

Carme Portaceli, Directora general del Teatro Español de Madrid, ha trabajado durante varios años en el ámbito artístico con la convicción de que la cultura, a través del teatro, es un puente para acercar a la sociedad a la educación y a los conocimientos, convirtiéndose en un punto de encuentro en el que la memoria juega un papel primordial, el cual queda evidenciado en la obra ‘Mi niña, niña mía’ que llega al Teatro Estudio Julio Mario Santo Domingo el 25 y 27 de abril.

En la medida en la que las personas que estamos en el teatro nos conectamos con la sociedad, es cuando hacemos posible que el público se interese con lo que estamos haciendo”, manifiesta Carme Portaceli.

¿Cómo surge la obra Mi niña, niña mía?

Es una producción del Teatro Español con la colaboración de CORPARTES de Chile. Esta es una fundación que ayuda muchísimo a la cultura y a su visibilidad. Este año, la temporada del Español está dedicada a la memoria, en múltiples sentidos; desde la memoria histórica, que es un grave problema en España, hasta la memoria de cualquier tipo. En este caso existe una memoria de los campos de concentración nazi, como el de Terezín, y de alguien que vivió como judía la reclusión dentro de un campo de concentración con su hermana y su sobrina, y vio nacer una criatura a la que no piensa volver a ver nunca más, hasta que la vuelve a encontrar. (Compra tus entradas aquí)

Es una obra que escribieron Itziar Pascual y Amaranta Osorio, que trabajan juntas muchas veces y han hecho una obra maravillosa con la dirección extraordinaria de Natalia Menéndez, y una interpretación estupenda. Tuvimos el Teatro Español totalmente lleno, mucha gente joven, mucha emoción cuando se ve. La gente se levanta y grita “¡bravo!” de la emoción que la ha prendido cuando la ve. Y por eso también aprovechamos para llevarla a Latinoamérica por la relación que tienen Amaranta y Natalia con Colombia y con Latinoamérica.

¿Está basada en una historia real?

Sí, está basada en una historia real. Y lo interesante es cómo se desarrollan estos personajes, cómo viven su experiencia personal ante la perversión y el espanto. Mujeres que se ayudaron y que fueron solidarias, a veces sin ni siquiera saber que lo eran. Tenían la capacidad de tener la empatía para entender al que tenían delante.

¿Nos podría contar más sobre el ciclo de la memoria que ha instituido en el Teatro Español desde su llegada en 2016?

Yo creo que una clave de la dirección de un teatro es la conexión con la sociedad. En la medida en la que las personas que estamos en el teatro nos conectamos con la sociedad, es cuando hacemos posible que el público se interese con lo que estamos haciendo. Todos formamos parte de una sociedad, todos igual. En ese caso hay unos temas que a mí me ayudan a vertebrar la temporada, sobre todo en el caso de realidades paralelas, porque creo que eso crea la posibilidad de que este Teatro fuera un lugar de encuentro y, como yo soñé siempre, fuera un centro de pensamiento donde la gente se pueda acostumbrar a tener un punto de vista sobre las obras desde un lugar muchísimo más formado, inquietudes con muchísimas más preguntas y preparación para ver las obras. Yo siempre he creído que un ciudadano formado, o una ciudadana formada, es más feliz. Ese tipo de acciones ayudan a la tolerancia, a la convivencia y a la democracia. Eso es lo que he soñado con el Teatro Español de Madrid, y en lo que poco a poco he ido convirtiendo.

La primera temporada fue un poco más corta, de enero a junio de 2017, estuvo dedicada al bien y el mal: porque creo que vivimos en una sociedad donde a veces esto no se distingue. La segunda estuvo dedicada al otro, es decir a todo aquel que no seas tú, que es muy importante por cómo tratamos a las personas que no somos nosotros. Y ahora está dedicada a la memoria, porque la memoria es la base de la vida, de dónde vienes para saber quién eres. Porque en este país nuestro está el tema −que desde la Guerra Civil no se resolvió− de todos los familiares que han tenido la obsesión de enterrar a los suyos y que todavía no han podido.

¿Qué lugar tiene la memoria en la obra Mi niña, niña mía?

La memoria es muy positiva siempre. Saber de dónde uno viene es importantísimo para caminar por la vida. Esa es la positividad que tiene la memoria. Las dos protagonistas de la obra son como dos luciérnagas. Además, sabes que las luciérnagas sólo viven en espacios limpios. Por eso cuando yo era pequeña había muchas, y ahora hay menos. Porque hay más polución, más problemas ecológicos y del medio ambiente. Se han extinguido porque necesitan espacios limpios. Eso también es lo importante en el tema de la memoria: crear espacios limpios.

¿Qué mensaje nos transmitiría con respecto a la memoria, a partir de esta obra?

La memoria es la clave para saber dónde uno quiere caminar. Si uno no sabe de dónde viene, no sabe hacia dónde quiere ir. Es muy importante tener en cuenta el pasado para caminar hacia un futuro; y uno siempre debe caminar hacia el futuro. Para pasar una página, hay que haberla leído antes.

Hablemos sobre usted, su trayectoria y cómo llegó a dirigir el Teatro Español de Madrid

Bueno, yo soy una mujer que empieza relativamente joven a intentar dirigir, que lucha muchísimo para conseguirlo porque como mujer tiene tantas trabas para hacerlo, en el sentido de la invisibilidad, en el sentido de que no le suman los trabajos que hace, que no hacen visible su trabajo, la prensa ni nada. Finalmente logro llegar a un lugar donde me permiten trabajar. Yo creo en un teatro activista, que mueve consciencias, donde a partir del corazón puedes cambiar la mente, a partir del sentido puedes cambiar la mente.

Y después de una lucha de muchos años me presento a un concurso para dirigir el Teatro Español de Madrid y, por primera vez en mi vida, después de presentarme a muchos concursos, gano. En ese momento hago mi programa, letra por letra, tal como lo había dicho; entre ellos, la paridad de género, porque es una cuestión de derecho, de justicia, y tengo en este momento unos resultados donde el Teatro está lleno, donde la sociedad se interesa por lo que hacemos, donde nos visita mucha gente, donde es una fiesta y la gente está encantada. Ese es el mejor premio que podemos tener.

¿Y cómo se logra esto?

Básicamente, teniendo la capacidad de empatizar, la capacidad de vivir en el mundo con el entusiasmo de lo que te regala la vida cada día, sabiendo que eso es lo que hay y que no hay nada más, y dejándote el ego en la casa. Sabiendo que un teatro público es un servicio público, quiere decir que es para todo el mundo.

¿En qué consisten las actividades paralelas que desarrolla el Teatro Español, donde es punto de encuentro y centro de pensamiento?

Hay muchísimas. Hay jazz en escena a unos horarios tarde en la noche, hay torneo de dramaturgia donde hacemos competiciones de dramaturgos y dramaturgas, donde la paridad es absoluta. Son divertidísimas, la gente vota, participa, dice cuál le gusta más y cuál le gusta menos, están llenas desde el primer día. Están las lecturas en los barrios, que llamamos “El Español en los Barrios”, salimos a los barrios a hacer lecturas dramatizadas, con un tema que se llama “365 mujeres al año”, donde no hay un sólo día que no hablemos de la mujer invisibilizada, con textos, elencos que están en el Teatro y elencos de ese barrio, que hayan nacido ahí o que vivan allí en ese momento. Hemos unido gente de los barrios en actividades determinadas culturales, participamos en la vida de la ciudad activamente. Todo eso es lo que nos hace estar cerca de la gente. Además, es un teatro bellísimo que está en el centro de la ciudad, es fantástico.

¿Estas actividades son gratuitas, o son pagas?

En general son gratuitas. La programación del Teatro no. Este año tuvimos una serie de actividades que se llama “Diálogos intergeneracionales”, que se refería por ejemplo a personas del calibre de José Sacristán, con un actor, por ejemplo, de 25 años; o mujeres como Gemma Cuervo con su hija Cayetana, que es de otra generación. Y hablaban de lo que era hacer teatro durante la dictadura, cosa que hoy la gente no conoce, o no sabe lo que fue. Y es a ellos a quienes debemos nuestra libertad, nuestro conocimiento del teatro, y son ellos los que tienen que explicarnos cómo fue su vida, porque, en este país, nadie se acuerda de nada.

Esa voluntad del Español de convertirse en un punto de encuentro, ¿hace parte de su gestión?

Es algo que hemos hecho desde mi llegada. Con Mario Gas fue un momento brillante del Teatro donde toda la profesión entró, luego se vino un momento oscuro de varios años, y ahora es otro momento de luz donde la ciudadanía se ve implicada en toda la profesión. Porque además es otro momento histórico, donde la diversidad de la sociedad es lo más importante, y por lo tanto nuestro Teatro es diverso.

Para terminar, ¿por qué es tan importante la confrontación que nos permite el teatro con nosotros mismos?

Porque vivimos en una sociedad donde nadie tiene ni un momento para pensar. Porque sentarte, compartir con tus conciudadanos y conciudadanas ese momento mágico que ocurre en directo en el teatro, donde hay otros mundos distintos a los que siempre nos explican. Y en ese momento parar, escuchar y mirar es lo que te permite saber que aún estás vivo, y que puedes actuar.

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